martes, 26 de julio de 2016

Video Fundacion Ortega Marañon

Video resumen de la mesa redonda sobre participación ciudadana con Pablo Soto (Concejal de Ayuntamiento de Madrid) y Carlos Hernandez (Alcalde de Ourense, y Tomas Rodriguez Villasante.





miércoles, 13 de julio de 2016

Afrontar lo electoral


La situación no hace sino empeorar, incluso se rumorea que las manifestaciones provoquen un cambio de Gobierno hacia una solución tecnocrática PPSOE, que diera un nuevo aliento a los mercados financieros para seguir engañándonos. Ante esto, la fuerza en la calle es muy importante y hay que demostrarla sin ninguna duda, sobre todo en la dirección de no legitimar más de lo mismo, solo cambiando las caras y las promesas. Cada vez más no bastan las manifestaciones o huelgas, pues los poderes fácticos ya cuentan con ellas y están preparados.
En la enseñanza, por ejemplo, hay que pasar a tomar edificios y ponerlos a funcionar democráticamente con toda la comunidad escolar –como ya se inició con la marea verde–, y lo mismo en todos los sectores posibles. Pero aún con todo el activismo, lo crucial es que nos vayamos clarificando hacia qué alternativas políticas podemos girar. En América Latina se la sacudieron, y algunos, como Ecuador, no pagando parte de la deuda que se consideró ilegítima. Y en Europa el caso de Islandia también es un ejemplo de que se puede no pagar esas deudas especulativas en que nos metieron. En Grecia, el programa de auditoría y no reconocimiento parcial de la deuda ha sido un salto electoral importante.
Pero para entrar en el no pago de la deuda ilegítima necesitamos más fuerza política que desborde los márgenes del bipartidismo y las peleas de los pequeños partidos por ser los más ‘auténticos’. Necesitamos que las fuerzas de las asambleas indignadas y las mareas populares se orienten más allá de lo electoral que nos divide –votos a unos u otros, o no voto– y construir un horizonte común hacia un proceso de reforma constitucional o proceso instituyente. En primer lugar para quitar la cláusula impuesta en el Parlamento sobre la deuda. Hace falta pensar en clave del 66%de la población que no se dejó engañar por el Gobierno actual pero que aún puede estar pensando que otros partidos sí pueden dar la solución a esta crisis. Hay que recordarles a quienes confían en soluciones de este tipo que cuando Papandreu propuso un referéndum simplemente lo quitaron del Gobierno, y que cuando Syriza pudo ganar, la propuesta que se barajó en la UE fue echar a Grecia del euro.
No es cosa de un dirigente o de un partido, pues la propuesta de cambio que se enfrente a esta crisis tiene que ser más amplia. No es solo cuestión de una reforma electoral que favorezca a unos partidos u otros, sino de formas de democracias de base, participativas o radicales, donde la población pueda debatir sus iniciativas y tomar decisiones. Es desde la fuerza y debates de la población auto-organizada como lo han iniciado en Islandia. Los partidos seguirán jugando un papel mientras haya un sector amplio de la población que confíe en que ahí hay debates ideológicos, y posibles gestores expertos.
Lo más unitario sigue siendo el “no nos representan” y pedir la auditoría a la deuda, pero son aún fórmulas de control, no tanto propositivas e ilusionantes para poder iniciar un camino de futuro unitario y transformador. Hay que ir pasando de una democracia de control de la gestión desde las bases –que de todas formas no está de más– a unas democracias de base, en las que las iniciativas de la vida cotidiana tengan un camino claro para articularse y ejecutarse por sí mismas. Hay experiencias en el mundo que demuestran que se puede planificar participadamente, gestionar con asambleas, voluntarios y electos, y hacer seguimiento y control, también desde abajo a arriba. Este tipo de proceso constituyente es el que debemos seguir articulando. El debate político es necesario, pero no en clave ‘partidaria’, sino del nuevo modelo participativo y unitario.


viernes, 1 de julio de 2016

Sentirse haciendo,caminar preguntando

En Francia han pasado de quemar coches en las periferias a la movilización de jóvenes y sindicatos contra los contratos super basura. En nuestras ciudades, de las fiestas del botellón a estropear parquímetros en barriosperiféricos de Madrid. Parece que aquí las cosas no son tan radicales, pero el malestar de fondo de los“desaprovechados/desechables” sigue ahí, sin salidas más que en la barbarie o la revuelta. La sociedad de los patriarcas y de los mayores beneficios de las grandes empresas nos lleva a la guerra por el petróleo o a limpiar el chapapote de sus naufragios.En estos climas de violencia, ¿se puedenesperar nuevas sensibilidades, nuevas formas de movimientos?

El juego de la democracia electoral al uso o de las ONG aparece como un circo en el que participan algunos casi tapándose la nariz. Pero mucho más como voto de castigo alcontrario que por convicción propia, más por conseguir un trabajo menos indigno que porque se piense que se puede transformar algo. Es mucha más la orfandad y la indolencia ante este patriarcado que el sentirse creativos para organizarse, para saberse capaces de sentirse haciendo, de caminar preguntando. Pero hay quien lo hace. Hay quienes están en nuevas formas de hacer política, quienes no se conforman con repetir las formas patriarcales heredadas. Porque la forma no es una cuestión formal.
Algunas sugerencias que nos llegan de (eco)organización (eco, que significa casa, morada o ámbito vital en griego) empiezan por uno mismo, por los nuestros, por los cercanos, los afines. El sentirse haciendo, el ser protagonistas y creativos, no sólo en charlas militantes o en Internet para hacer solidaridades, sino en construir acciones operativas. Si estás en una reunión que sirva para algo, que quede un plan de trabajo oun esquema que nos aclare qué hacer. Sentirse haciendo, sentirse aprendiendo, descubriendo algunas carencias propias, y las creatividades colectivas. Incluso hay técnicas para reírse de los propios prejuicios, o para priorizar por dónde construir estrategias.
Pero la (eco)organización no es el prefijo auto para mirarse el ombligo y discutir eternamente lo buenos que somos, y lo sectarios que podemos ser con los más cercanos. También aprendemos a hacer ‘mapeos’ locales y/o sectoriales del ecosistema en que nos movemos. No se trata de una organización-tipo igual y perfecta para todas partes, sino de cómo construir las redes imprescindibles en cada caso para poder salir del aislamiento, y las invisibilidades, en que solemos estar. Estamos aprendiendo que hay muchos más grupos y colectivos de los que nos parecen a nuestro alrededor. ¿Cómo escuchar a los otros colectivos, y sus diferencias, para hacer “conjuntos de acción” por causas concretas y operativas?